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ITINERARIO DE DISCERNIMIENTO VOCACIONAL

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ITINERARIO DE DISCERNIMIENTO VOCACIONAL

 

La persona humana no sólo es el único ser de la tierra capaz de llevar a cabo proyectos, sino que él mismo es un proyecto. El hombre y la mujer se perciben a sí mismos como seres llamados a elegir un proyecto de vida en conformidad con su propio ser, por lo tanto son artífices de su destino.

   El gran desafío en tu vida es el de encontrar tu lugar en la sociedad y en la Iglesia.

   Este Itinerario que leerás a continuación te puede ayudar a discernir el proyecto de Dios sobre ti. Se habla aquí expresamente de las vocaciones consagradas en la vida religiosa, en el sacerdocio, y otras, pero se puede aplicar también para discernir cualquier vocación o estado de vida.

 

Rezar “Señor ¿Qué quieres que haga”? Hch 22, 10

La vocación es el proyecto de amor que Dios te propone y te invita a realizar.

No es principalmente una decisión que tú tomas sino una llamada a la que respondes.

Si quieres descubrir tu vocación, dialoga con Jesús el Hijo de Dios nuestro Salvador. Sólo mediante la oración podrás encontrar lo que Dios quiere de ti. En la oración, el Espíritu Santo afinará tu oído para que puedas percibir el llamado. En el diálogo de amistad con Jesús podrás oír su voz que te llama: ven y sígueme (Lc 18, 22); o bien, escucharás que te dice: vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho por ti (Lc 8, 39).

 

Percibir los signos

“Había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en mis huesos y aunque yo hacía esfuerzos por ahogarlo, no podía”. Jr 20, 9

 

Para descubrir lo que Dios quiere de ti tienes que escuchar, mirar y experimentar. Para esto necesitas hacer silencio interior y exterior; el ruido te impide percibir. Está atento a lo que se mueve en tu interior: tus deseos, tus miedos, tus pensamientos, tus fantasías, tus inquietudes, tus proyectos. Escucha tanto a los que aprueban tu inquietud como a los que la critican.

Escucha tu corazón: ¿qué es lo que anhelas?

Aprende a mirar a las personas que te rodean: ¿qué te está diciendo Jesús a través de su pobreza, de su ignorancia, de su dolor, de sus desesperanzas, de su necesidad de Dios...?

 

Mira tu historia: ¿Por cuál camino te ha llevado Dios?

¿Cuáles han sido los acontecimientos más importantes de tu vida?, ¿de qué manera Dios estuvo presente o ausente en ellos? ¿Qué personas concretas han sido significativas para ti?, ¿por qué? Contempla el futuro: ¿qué experimentas al pensar en la posibilidad de consagrar tu vida a Dios?

 

Tienes sólo una vida, ¿a qué quieres dedicarla?

Ten cuidado en discernir si tu inquietud y la atracción que sientes son signos de una verdadera vocación consagrada o son manifestaciones de que Dios quiere que intensifiques tu vida cristiana como laico.

Al dar este paso podrás decir: Tal vez Dios me esté llamando... Siento la inquietud de consagrar mi vida a Dios.

 

Buscar y conocer

“Observen cómo es el país y sus habitantes, si son fuertes o débiles, escasos o numerosos; cómo es la tierra, buena o mala; cómo son las ciudades que habitan, de tiendas o amuralladas; cómo es la tierra fértil o estéril; con vegetación o sin ella”. Nm 13, 18-20

 

Los caminos para realizar la vocación consagrada son múltiples. No basta con querer entregar tu vida a Dios y desear dedicarte al servicio de tus hermanos. Es necesario saber dónde quiere Dios que tú lo sirvas. Para descubrir tu lugar en la Iglesia es conveniente que conozcas tus inquietudes y los caminos que la Iglesia puede ofrecerte.

Infórmate sobre cuál es su misión y por qué medios pretenden realizarla: enseñanza, hospitales, dirección espiritual, promoción vocacional, misiones, predicación de ejercicios, medios de comunicación, etc. Conoce quiénes son los principales destinatarios de su apostolado: jóvenes, pobres, sacerdotes, enfermos, niños, seminarios, ancianos, parroquias, barrios, etc. Aunque ordinariamente cuando se experimenta la inquietud vocacional se siente también el atractivo por una vocación específica, vale la pena que dediques algunas horas a informarte más a fondo sobre esa vocación y sobre otras.

Y si al final te decidieras por la que en el principio te inclinabas, el tiempo empleado en informarte no habrá sido desperdiciado. Al dar este paso podrás decir: Me atrae la espiritualidad, el estilo de vida y el apostolado de esta congregación. Posiblemente Dios me está llamando a ingresar a la vida religiosa.

 

Pensar - Reflexionar

“Si uno de ustedes quiere construir una torre ¿no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla?”. Lc 14, 28

La vocación es una empresa demasiado grande, ¡y es para toda la vida! Por eso no te puedes lanzar sin antes haber reflexionado seriamente sobre ti y sobre la vida que pretendes abrazar. Descubre cuáles son tus capacidades y limitaciones. Piensa si podrás vivir las exigencias que implica la vocación, contando desde luego con la gracia de Dios y la ayuda de personas idóneas.

¿En qué signos concretos te basas para pensar que Dios te llama? ¿Qué razones en favor y en contra tienes para emprender ese camino?

¿Qué es lo que te atrae y qué lo que no te gusta de ese estado de vida?

Dios te pide que te comprometas responsablemente en el discernimiento de su Voluntad.

Quiere que utilices tu inteligencia para buscar tu vocación. Con la luz del Espíritu Santo podrás descubrir lo que Dios quiere de ti.

No pienses que llegarás a tener certeza absoluta de lo que Dios quiere de ti.

El, sin embargo, te revelará su voluntad de alguna manera. Lo que encontrarás serán signos que indican cuál podría ser el proyecto de amistad que tiene para ti. Al descifrar esos signos podrás tener certeza de su llamado y eso es lo que necesitas para actuar. Al dar este paso podrás decir: Creo que Jesús me llama. Creo que, con la ayuda del Espíritu Santo, podré responder.

 

Tomar la decisión “Te seguiré vayas adonde vayas” Lc 9, 57

Habiendo descubierto lo que Dios quiere de ti, decídete a seguirlo. Tomar tal decisión es difícil. Sentirás miedo. Tus limitaciones te parecerán montañas: “¡Ay Señor mío! Mira que no sé hablar, que soy un muchacho” (Jr 1, 6). Sin embargo, a pesar de tus limitaciones -o mejor con todas ellas-, responde como Isaías: Aquí estoy, Señor, envíame (Ls 6, 8).

 

Decir el sí con el cual comprometes toda tu vida es una gracia. Pídele al Espíritu Santo que te dé esa capacidad de respuesta. No afrontar la decisión equivale a desperdiciar tu vida.

Para iniciar el camino de la vocación no esperes tener certeza absoluta de que Dios te llama; te basta la certeza. La decisión es un paso en la fe; en un acto de confianza en tu amigo Jesús.

Al decidirte a seguir radicalmente a Jesús es normal que tengas dudas de si podrás con las exigencias y si llegarás al final. Pero de lo que no puedes dudar es de lo que tú quieres.

Al dar este paso podrás decir: Quiero consagrar mi vida a Dios en el servicio de mis hermanos. Quiero ingresar en esta congregación religiosa. Quiero ser sacerdote.

 

Dar el paso

“Jesús los llamó. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron”. Mt 4, 21-22

Una vez tomada la decisión, ¡lánzate! No te dejes vencer por el miedo; lánzate sin miedo. Pon todos los medios que estén a tu alcance para realizar lo que has decidido. No cedas a la tentación de diferir tu ingreso a una casa de formación: “Te seguiré, Señor; pero déjame primero....” (Lc 9, 61).

Con tu decisión has comprometido todos los momentos posteriores; en el futuro busca cómo ser fiel. La única manera de realizar el proyecto de Dios es la fidelidad de cada día. Vive todo momento en coherencia con lo que has decidido; dirige cada paso hacia la meta.

¿Y cuando venga la dificultad? ¡Perseverar! El camino que emprenderás es difícil; más de lo que ahora crees. Prepárate para la lucha; deberás enfrentar problemas y superar obstáculos.

Jesús te dice: “El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue cada día con su cruz y me siga” (Lc 9, 23). El sendero es arduo, pero María te acompaña y el Espíritu Santo te fortalece para que puedas recorrerlo. Además, no se trata de cargar hoy la cruz de toda la vida, sino sólo la de hoy; y así cada día. Al dar este paso podrás decir, como Pedro: “Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido” (Mc 10, 28).

 

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