Del amor y el desamor
en la parroquia
Franciscanos Coruña
Lo contenido en esta página parte de un esfuerzo por dar respuesta a una necesidad parroquial, con necesidades reales y siempre distintas. Si en algún momento o texto o acción ves algo que pueda no ser acorde a Nuestra Madre Iglesia, o a la lógica del amor fraterno agradecemos cualquier sugerencia o corrección: fraydino@yahoo.es
Divorciados vueltos a casar: La clave para acoger a los divorciados en la Iglesia: fraternidad, oración y paciencia
Los separados no son unos «sin papeles» eclesiales, sino cristianos que, como todos, están llamados a dar pasos hacia la santidad
Los separados vueltos a casar están, en el seno de la Iglesia, como los catecúmenos.
Guitton recuerda que los divorciados o separados que conviven maritalmente con alguien que no es su cónyuge ante la Iglesia no pueden comulgar si no hacen firme propósito de abandonar esa convivencia, pero pedir esto sería como pedir destruir una nueva familia.
Por eso su situación se parece en parte a la de los catecúmenos, a aquellos que aún no están bautizados: van a la iglesia pero aún no pueden acercarse a los sacramentos.
Por eso necesitamos crear liturgias o espacios de oración para estos divorciados, similares a los que la Iglesia destina a los catecúmenos, a modo de pasos en espera de llegar a la plena comunión.
Dureza edificante, si incluye acogida.
La negación de la comunión a estas personas no sólo tiene un valor pedagógico para ellos, sino para todos los cristianos. Y no como castigo, sino como edificación.
Maury es un vinatero francés que vive medio año en Canadá y que participa en esta pastoral con separados. Maury pone dos ejemplos de cómo la firmeza eclesial, cuando es acogedora, puede edificar a todos, divorciados o no.
“Una amiga de París, aunque estaba divorciada y con otra pareja, iba a comulgar y su cura le daba de comulgar. Mal hecho. Se mudó a otra diócesis, donde le negaban la comunión, como pide la Iglesia. Primero se enfadó. Pero después pasó el tiempo y creció su fe y explicaba a sus hijos que ahora entiende mejor la comunión y es muy seria sobre eso”, explicó Maury, que ha vivido esa situación muchos años.
En la fila con los brazos en aspa
Otro ejemplo: “en algunos sitios, ya es bastante frecuente que quien no puede comulgar pero quiere acercarse al Señor se levanta, se pone en la fila con los brazos cruzados en aspa y el sacerdote en vez de darle la comunión le imparte una bendición. ¡Qué vergüenza debió sentir la primera persona que hizo eso en una parroquia o comunidad! Que valiente debía ser. ¡Todos los ojos fijos en ella, en la fila, pidiendo una bendición pero indigna de comulgar! Pero, pasada esta etapa… ¿no significa eso que alguien así entiende muy en serio la comunión? ¿No nos edifica a todos eso? Nos hace pensar: ¿y yo, soy digno de comulgar? Es como un gesto profético. Y dentro de unos años quizá en las filas haya más gente con brazos cruzados que gente que comulgue, no necesariamente por temas matrimoniales", profetiza Maury.
Las reglas son buenas, pero no salvan
Guitton lamenta que en Francia, como en España, durante años los curas no explicaron las condiciones para comulgar en la misa. Hoy los curas jóvenes suelen hacerlo. “Es bueno recordar las reglas, pero las reglas por sí solas no convierten a nadie. Es Cristo quien convierte. La regla no debería ser lo primero que anunciemos, sino a Cristo. Y ayudarnos con el grupo de apoyo”.
Educar los hijos del otro... como San José
Maury explica que en su grupo de oración de separados eran 8 personas. "Casi todos queríamos como patrona a María Magdalena, pero al final se dedicó el grupo a San José. ¿Por qué? ¡Porque él fue el primer padre cristiano que crió a un hijo que no era hijo suyo! Todos los miércoles voy al mercado a evangelizar en la calle. A una niña le gustó nuestro icono, pidió al hombre junto a ella ir a la iglesia, el señor dijo que no podía llevarla a la iglesia porque era la hija de su pareja. Le dije: “quizá Dios haga que sea la niña que Él quiere que críes y eduques, aunque sea de tu pareja”. Algo de eso ya lo vemos en la Sagrada Familia. José no dijo: “Jesús es hijo de mi pareja", sino que lo crió y lo educó, como Dios le había encargado”.
Volver después de muchos años
Maury insiste en que hay esperanza para los matrimonios rotos. “He visto gente rezar durante años y a cónyuges volver a reunirse. Incluso alguno ha vuelto a casa con un hijo de otra relación, y es acogido con amor. Conozco señoras que esperan el retorno del marido sin una sola queja, sin hablar mal ante sus hijos, rezando el rosario cada día por su retorno. Hay que vivirlo en fe. Si la Iglesia confirma que tu matrimonio no fue nulo, quizá Dios te puede estar llamando a una consagración especial”.
Guitton concluye con una idea básica: “la gente en estas situaciones complejas debe buscar su conversión y empezar ya a evangelizar y buscar la santidad, igual que todos los demás. No podemos esperar a ser perfectos para empezar a evangelizar, porque entonces no empezaremos nunca. Todos estamos llamados a transmitir la fe a nuestros hijos, a evangelizar y a crecer en la fe”.