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Franciscanos Coruña.       www.graciasporexistir.org

Fuentes latinas extracristianas sobre Jesús de Nazaret

Las fuentes no cristianas latinas son tres: el gobernador de Trajano en Bitinia (Bizancio), Plinio el Joven (61-114); el historiador romano Tácito (55-120); y el también historiador Suetonio (80-?), ninguno de ellos contemporáneo de Jesús.

Plinio el Joven:

 

Plinio, llamado el Joven,  en su Epístola a Trajano enviada al Emperador en el año 111 desde Bitinia, cita las comunidades cristianas existentes en su provincia, sobre las que dice que:

“cantan himnos en los que apelan al Christus como Dios”.

Tácito

 

Este historiador romano recoge una brevísima cita sobre Jesucristo en su obra conocida como los Anales:

            “Fue condenado a muerte durante el reinado de Tiberio por el procurador Poncio Pilato”.

            Cita que está dentro de una narración sobre los cristianos y el incendio de Roma, ocurrido en el año 64; del que Nerón, a modo de chivo expiatorio, culpa a los cristianos:

            “Y así Nerón, para divertir esta voz y descargarse, dio por culpados de él [del incendio], y comenzó a castigar con exquisitos géneros de tormentos a unos hombres aborrecidos del vulgo por sus excesos, llamados comúnmente cristianos. El autor de este nombre fue Cristo, el cual, imperando Tiberio, había sido ajusticiado por orden de Poncio Pilato, procurador de Judea. Por entonces se reprimió algún tanto aquella perniciosa superstición; pero tornaba otra vez a reverdecer, no solamente en Judea, origen de este mal, sino también en Roma, donde llegan y se celebran todas las cosas atroces y vergonzosas que hay en las demás partes.
            Fueron pues castigados al principio los que profesaban públicamente esta religión y después, por indicios de aquéllos, una multitud infinita, no tanto por el delito del incendio que se les impugnaba como por haberles convencido de general aborrecimiento al género humano. Añadiose a la justicia que se hizo de éstos la burla y escarnio con que se les daba muerte. A unos vestían de pellejos de fieras, para que de esta manera los despedazasen los perros; a otros ponían en cruces; a los otros echaban sobre grandes rimeros de leña, a los cuales, en faltando el día, pegaban fuego para que ardiendo ellos, sirviesen de luminarias en las tinieblas de la noche. Había Nerón diputado para este espectáculo sus huertos y él celebraba las fiestas circenses. Allí, en hábito de auriga, se mezclaba unas veces con el vulgo a mirar el regocijo, otras se ponía a guiar su coche, como acostumbraba. Y así, aunque culpables éstos y merecedores del último suplicio, movían con todo eso a compasión y lástima grande, como personas a quienes se quitaba miserablemente la vida, no por provecho público, sino para satisfacer la crueldad de uno solo



Suetonio

 

   En su libro 'Los doce césares', nos dice que Claudio “desterró de Roma a los judíos que hacían gran tumulto a causa de Chrestus”, texto que da una idea de la importancia alcanzada por los cristianos en la misma capital del Imperio en apenas veinte años después de la crucifixión de Cristo.

            El edicto al que se refiere, que dataría del año 51 o 52, es el mismo al que se refieren los Hechos de los Apóstoles cuando relatan cómo Pablo, hallándose en Atenas, se encontró con un judío llamado Aquila que “acababa de llegar de Italia con su mujer Priscila por haber decretado Claudio que todos los judíos saliesen de Roma” (Hch. 18, 2).

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